Unos compis de curro nos recomendaron este sitio hace unas semanas (gracias Rober, Manu y Francesc), y nos hablaron tan bien del el, que no pasaron más que un par de días para que fueramos a dar buena cuenta de sus crepes, o más bien de sus galettes... aunque eso, si vais ya os lo explicarán bien allí ;-) porque si algo carácteriza este pequeño restaurante del madrileño barrio de
Malasaña, es el trato personal y exquisito de todo su personal, empezando por Françoise, la dueña, cocinera y bretona de "toda la vida", que aprovecha cada momento que tiene fuera de los fogones para charlar con los comensales.
El local es un sitio pequeñito, que permite un ambiente más intimo pero que obliga a reservar con tiempo, ya que siempre se suele llenar; y está situado en la calle de la Madera del castizo barrio de
Malasaña.
Las galettes (o "crepes bretones") se elaboran con harina de
trigo sarraceno, con lo cual, a parte de tener un carácterístico color oscuro, no contienen gluten por lo que son totalmente aptas para celiacos.
Hay que tener en cuenta que todos los productos son importados de la región francesa de la Bretaña, incluida la sidra, más dulce, menos ácida y con más sabor a manzana que la asturiana o vasca, y que nos permite disfrutar de las galettes en todo su explendor.
Tienen una amplia selección de galettes a elegir, por lo que es complicado probar todas de una vez, nosotros (eramos 5) probamos 3 tipos diferentes de galettes y todas ellas nos encantaron, especialmente la completa (la que lleva un huevo frito encima) y la de foie, manzana y cebolla caramelizada... un lujo.
También probamos sus dos entrantes fríos más típicos, elaborados también por ellos mismos allí y que son una delicia.
Una cosa muy muy importante a tener en cuenta es dejar algo de sitio en el estómago para el postre, sus crepes son espectaculares, y es obligado pedirse el crepe de Caramelo de Mantequilla Salada, es lo más brutal que hemos probado nunca en cuanto a postres se refiere y es científicamente imposible que os defraude ;-)
